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Ficción

 

YO

Acerca de los actores

Suerte, buena estrella, tal vez tozudez o como me dijo Miguel (Miguel Ángel Solá): “Nano, me gusta... es un buen guión”. Yo no lo sé. Quizás sea la combinación de todos estos factores, pero lo importante es que los he conseguido.

Cuando empecé a escribir el guión y comencé a crear los diálogos, enseguida fui consciente de algo: necesitaba a grandes actores para llevarlo a cabo, porque si no, la historia, sencillamente, no funcionaría.

El actor ideal, en el que pensé para poder facilitarme la escritura del personaje, atribuyéndole un rostro, fue, desde un principio, Miguel Ángel Solá.

Un actor de carácter, con la suficiente personalidad para hacer creíble un personaje peliagudo, como es el del inquietante psiquiatra, aportando ese brillo que nace detrás de sus ojos y termina en las mismísimas entrañas del espectador.

Ya tenía el pilar donde sustentar el elenco pero aún me faltaba un actor que “aguantase” la cámara durante largos planos, interpretando a un joven con evidentes problemas psicológicos; de nuevo un gran reto.

Hace poco, cayó en mis manos un vídeo de la serie “Padre Coraje” de Benito Zambrano y un actor me llamó la atención: era Vicente Romero encarnando a un asesino barriobajero, orgulloso de si mismo, que achantaba al mismo Juan Diego, regalándonos una de las interpretaciones, a mi juicio, más robustas del cine español. Contacté con su agente y, en veinticuatro horas ya estaba hablando con Vicente que, mientras montaba en un taxi, me dijo “Guai, ¿cuándo rodamos?”

No me creía mi suerte; un actor que exhalaba realismo y otro que era puro carácter pero aún me faltaba alguien. Necesitaba una actriz que enamorara al paciente, al doctor y por supuesto al público.

La historia gira alrededor de un claro punto de inflexión: la llegada de la estudiante a la vida del hospital. La actriz que lo fuera a representar debía despertar la admiración de los dos personajes masculinos y, además, tenía que ser capaz de mostrar cierto afecto por el doctor y sana condescendencia y empatía hacia Alejandro; encontrando un complicado punto de equilibrio entre los dos personajes.

A Silvia Abascal la conocí como la hija pequeña de la serie “Pepa y Pepe” y siempre me atrajo su frescura y naturalidad, que confirmé al ver sus trabajos: “La caja china”, “ A mi madre le gustan las mujeres” y “Lobo”, por el que fue nominada a los Goya.

Poco después de leer el guión, y tras conocer a sus compañeros de reparto, Silvia Abascal aceptó.

No tengo palabras para describir la emoción que me produce el poder trabajar con estos tres actores, tan distintos entre si, como buenos son en su trabajo. pero, al menos, tienen algo en común, les gusta la historia y confían en mi para que les conduzca a través de ella.

 

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